Ser Hombre

Ser Hombre

A raíz de una invitación para conformar un grupo terapéutico de hombres en Bilbao, me pregunto qué significa ser hombre hoy en día. ¿Cuál es la resonancia de la palabra “hombre” en el mundo interno? ¿Qué entiendo y qué me caracteriza como tal?

Me alejo aquí de la parte responsable que hemos de ejercer como género masculino de la sociedad patriarcal de la cual, queriendo o no, obtenemos unos beneficios de “poder” heredados del pasado, y me centro en la dinámica interior, en el “padre interno” que se ha ido conformando en mi persona desde pequeñito. En primer lugar pienso y miro hacia atrás en los modelos masculinos que viví. ¿Cómo fueron y qué representaron? Y la primera mirada es al padre.

Propongo por ello mirarlo de nuevo, ponernos en contacto íntimo con otros hombres y saborear lo que nos trae. Un espacio para la “re-visión” de la parte agresiva, autoritaria y para la parte tierna y la cooperación. Revisar el mundo emocional, ¿cuál fue el modelo vivido de la expresión emocional? ¿Qué me tuve que tragar, hacer, disimular, para hacer llevadero el distanciamiento de la energía masculina, y cuáles han sido las consecuencias? Revisar cómo ha influido esta carencia o sobrecompensación en la parte sensible y femenina de cada uno?

Un padre al que quizá ha llegado el momento de mirar de frente, con ojos de adulto, desde el “tú a tú”, para ampliar y completar el proceso personal, ocupado tantas veces por el vínculo primario de la MADRE.

Poder darme cuenta de cómo su presencia hizo mella en la seguridad y en la determinación, pasando a vivirla como amenaza y exceso de autoridad. O por el contrario fue una figura ausente, “blanda” y alejada, con la que no supimos relacionarnos, ni supimos apreciar su apoyo incondicional. Aprendimos de él, un modelo de hombre y una forma de amar en pareja también, ¿cómo es ahora para mí? ¿Cumplo mis propias expectativas como padre – pareja?

La distancia es evidente con la pérdida consiguiente de lo masculino en el interior. De aquí que uno sustituye esta figura por otras, suple carencias y coloca “distractores, y pseudomodelos” con los que indulgentemente no afronta creativamente lo que viene. La experiencia terapéutica con hombres y jóvenes es que la falta de la fuerza masculina deriva en diferentes y muy diversas carencias en la masculinidad: desde quedarse anclado en la niñez y una falta de responsabilidad profunda para con la vida en pareja, familiar y laboral, hasta la repetición de patrones poco adaptados, y una evidente falta de “anclaje a tierra” donde sostenerse firme y fuerte. Inseguridad y falta de fuerza.

Cómo vivir más libre retomando lo masculino en armonía con lo femenino. Nutrirme de la fuerza que poseo como HOMBRE y avanzar en mi proceso personal. Esta es la propuesta.

Ander Sustacha Ibáñez de Maeztu. Educador y Terapeuta Gestalt.

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